De acuerdo con el Panorama Social de América Latina 2010 de la Cepal, los panameños y panameñas, solo para tener una probabilidad inferior al promedio de estar en condiciones de pobreza, necesitan completar 12 años de educación de calidad. Se trata de un umbral crítico, el cual no logra cruzar una buena parte de la población.
Es así, según las estadísticas de este mismo organismo internacional, que el promedio de años de estudios de la población económicamente activa (PEA) de nuestro país en 2012 alcanzó a tan solo 10.6. Esta situación afecta de manera especial a la PEA rural, la que para ese mismo año alcanzó un promedio de escolarización de apenas el 7.3 años. Si, por otra parte, nos enfocamos en las personas de 20 a 24 años que habían completado en 2012 la educación secundaria, encontramos una situación dramática: solo el 59.2% de los mismos habrían logrado dicho nivel educativo.
Nuevamente la situación es especialmente difícil en las aéreas rurales, donde el 36.2% de la población de este rango de edad había completado la educación secundaria.
Visto a futuro la situación también parece poco alentadora. De acuerdo con las estadísticas de la Cepal, la tasa de matrícula neta en secundaria fue para el año 2012 de 76.4%, lo que significa que cerca del 23.6% de los jóvenes en edad de estar atendiendo la educación secundaria están fuera del sistema. Se trata de una situación que afecta especialmente a los sectores más pobres, habida cuenta que este indicador se eleva hasta 32.2% para el caso de aquellos jóvenes que provienen de los hogares que constituyen el 20.0% más pobre de la población.
La situación aparece más dramática si se tiene en cuenta que René Quevedo, en un artículo titulado “Empleo Juvenil y Reinserción Laboral”, sostiene que “83% de los jóvenes panameños en los barrios sienten que sus perspectivas laborales no han mejorado” y que “Panamá es el país latinoamericano con la mayor proporción de adolecentes que ve la educación como una pérdida de tiempo”.
Frente a esta difícil situación, producto de la inequidad del actual modelo concentrante, excluyente y corrupto, queda claro que el esfuerzo por una educación suficiente, científica, democrática y guiada hacia la formación de ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes, constituye una prioridad fundamental para nuestro desarrollo humano sostenible.
Es desde esta perspectiva que los planteamientos del llamado Movimiento Nueva República, el cual pretende erigirse como el árbitro último del país, resulta realmente sorprendente.
Sus propuestas a nivel de educación se encuentran en el punto trece de su manifiesto, el cual, en primer lugar, llama la atención por el hecho de que el mismo solo llega a proponer la mejora de la educación primaria. Se trata, entonces, de una propuesta claramente insuficiente, en la medida que desatiende los problemas de cobertura y calidad de la educación premedia y media, los cuales, como se ha señalado, son claves para el logro de la justicia social y el desarrollo sostenible del país.
Es evidente que, sobre todo si se tienen en cuenta las disparidades de las oportunidades de educación, las cuales llevan a una efectiva fragmentación de la misma, con una educación para las élites y otra, si es que se da alguna, para los sectores marginados, que en nuestro país se hace imperante fortalecer un sistema que apunte hacia una educación pública, universal, gratuita y de calidad para todos los panameños y panameñas.
Esta necesidad contrasta, sin embargo, con la propuesta de los nuevos republicanos, los que en lugar de plantearse, por ejemplo, el objetivo de universalizar la educación secundaria completa, opta por proponer un esquema destinado a subsidiar a los negocios de la educación privada.
Más allá de esto, la propuesta de los nuevos republicanos propone la educación bilingüe, pero desconoce el derecho de los pueblos originarios a mantener su propia lengua y su propia cultura. Desde luego que el Movimiento Nueva República omite un aspecto importante que guarda relación con el desarrollo del sentido de nacionalidad. En efecto, como era de esperarse, la propuesta programática de este movimiento, ni siquiera hace referencia a la lucha por restaurar como parte del pénsum la materia Relaciones de Panamá con los Estados Unidos.
Todo esto nos lleva a insistir nuevamente que el llamado voto útil no es más que una nueva maniobra de los sectores dominantes para reelegir al viejo modelo excluyente, concentrante y corrupto que hoy nos domina. El verdadero camino es el del voto consciente y honesto que busca la equidad social.
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