por Juan Jované
La semana pasada un nutrido grupo de funcionarios públicos realizaron
un intenso esfuerzo para tratar de convencer a la población de las
bondades de la política oficial de precios. Fue en medio de esta
arremetida publicitaria que un ministro del actual gobierno, con una
elocuencia digna de mejor causa, declaró al país liberado de la
preocupación por la canasta básica. “En solo un mes - dijo el
funcionario en una entrevista - la canasta básica dejó de ser la
principal preocupación que aqueja al país”. ¿Qué de cierto hay en esto?
A fin de valorar el real impacto del primer mes de aplicación de de las
medidas de regulación de precios, las cuales, como es conocido, se
refieren a tan solo veintidós artículos de la canasta básica
alimenticia, resulta útil recordar el contexto inflacionario que ha
venido sufriendo el país. Es así que entre el 2004 y el 2012 los precios
de los alimentos al por menor se elevaron en 61.5%, mientras que los
precios agropecuarios al mayoreo solo lo hicieron en 35.4%, mostrando el
alto impacto que sobre el fenómeno inflacionario tiene la permanente
presencia de la especulación. El proceso inflacionario siguió durante el
2013, cuando los precios de los alimentos al consumidor se elevó en
aproximadamente 5.9%. Luego hasta junio del presente año la tendencia
había cedido un tanto, observándose una tasa anual de crecimiento de los
precios de los alimentos y bebidas de alrededor de 3.2%.
En
estas circunstancias era de esperarse que la política de precios en
defensa del consumidor lograra no solo frenar la tendencia
inflacionaria, sino revertirla, con el fin de ofrecer al consumidor una
recuperación significativa de su capacidad adquisitiva. Para esto la
política debería golpear contundentemente la especulación. Eso
desgraciadamente no se dio.
Si se observa la tasa de crecimiento
acumulada anual de los precios de los alimentos y bebidas al consumidor
en julio de este año, se concluye que la misma fue de 1.3%, lo que
significa que a este nivel de agregación la política oficial ha sido
incapaz hasta de detener el proceso inflacionario. Si, haciendo un
esfuerzo por confiar en las cifras oficiales, nos concentramos en los
bienes alimenticios, encontramos que, comparando julio de este año con
el mismo mes del año anterior, todo el impacto de las medidas de
contención de los precios, apenas los hicieron retroceder en 0.9%, cifra
que resulta ridícula frente a la inflación sufrida recientemente por el
consumidor nacional.
Los datos del MEF, pese a la estridencia
con que también han sido presentados, tampoco ayudan mucho a mostrar el
éxito de la actual política de regulación. Es así que si se compara el
costo de la Canasta Básica Alimenticia del MEF para julio de este año
con su valor para enero de 2013, la reducción apenas alcanza a 0.19%.
Esto significa que la política realmente no ha logrado romper con años
de especulación, sobre todo si se tiene en cuenta que en ese mismo
período el índice de precios internacionales de alimentos de la FAO cayó
en 4.2%.
Como algunos precios no regulados siguen elevándose,
mientras que los regulados se mantendrán al mismo nivel, resulta obvio
que la pequeña reducción del ritmo inflacionario irá desapareciendo en
el tiempo. Llama, por ejemplo, la atención, que a julio los cereales
mantienen un ritmo inflacionario anual de 15.0% y que el de los quesos
sea de 11.6%. A esto habría que sumar lo que algunos llaman la inflación
oculta, la cual se da efectivamente cuando los bienes regulados, como
es la percepción de muchos consumidores, simplemente no están
disponibles, gracias a una política mal diseñada y peor implementada.
Esta realidad puede desarrollarse más ya que el gobierno optó por una
alianza con los grandes comerciantes de bienes básicos, en lugar de
promover una alianza entre los productores del campo y los consumidores
urbanos. Las amenazas que penden sobre la producción de arroz son un
ejemplo de esto.
La vuelta a tasas más altas de inflación se dará
con mucha radicalidad una vez pase el llamado período de emergencia y
se liberen los precios. Si prosperan los intereses de quienes intentan
liquidar la tenue regulación en enero del próximo año, asistiremos a un
verdadero choque de incrementos de precios. En definitiva, nos
encontramos frente a una política insuficiente, producto de intereses
políticos más que de una real preocupación por el bien común, la cual
estaba destinada a la decepción. Hoy asistimos, entonces, a la crónica
de un fracaso anunciado.
0 comentarios:
Publicar un comentario