por Juan Jované
El Holoceno, como lo ha reiterado Johan Rockströn recientemente, constituye para la humanidad la época geológica que puede ser calificada de su Jardín del Edén, ya que solo en la misma se pueden encontrar las condiciones planetarias capaces de sostener la vida en la forma en que la conocemos. De hecho la raíz griega del concepto contiene dos palabras holos que expresa todos y kainos que significa reciente, lo que nos recuerda que los hombres y mujeres somos parte de un sistémico complejo, que es a la vez reciente. Es solo en el contexto del Holoceno en que la humanidad logra aparecer y florecer.
Si bien el medio biofísico del Holoceno permitió a la aparición del llamado Homo Sapiens, también, por ese mismo hecho, dio lugar a la posibilidad de que esta especie transformara las condiciones ambientales hasta el punto de producir las condiciones de su propia ruina. Tal como lo ha ilustrado Jared Diamond en su notable libro Collapse, han sido muchos los casos en la que las sociedades complejas se han derrumbado debido al uso insostenible del contorno natural. Entre estas se encuentran, para dar un par de ejemplos, la sociedad Maya, así como la que habitó la Isla de Pascua. Estos fenómenos, sin embargo, solo constituyeron episodios aislados, que por su magnitud no constituían hechos globales.
El problema es que la humanidad está ahora frente al peligro de crear las condiciones capaces de hacer colapsar globalmente las condiciones de Holoceno. De hecho muchos autores han empezado a hablar de la Antropoceno, es decir de una nueva etapa en la que la fuerza principal de los cambio en el medio ambiente se encuentra en la actividad humana.
Es en este contexto que, junto a los cálculos de la Huella Ecológica, el enfoque de las Fronteras Ecológicas, desarrollado por un grupo de científicos vinculados a la Stockholm Resilence Center, constituye un valioso instrumento para evaluar la gravedad del asunto y llamar la atención la sobre urgencia de la acción. Es así que en la segunda versión de su evaluación sobre el estado del planeta, publicado el 16 de enero de 2015 en la revista Science, este equipo de científicos concluye que de las nueve fronteras biofísicas estudiadas cuatro ya han sido transgredidas. De estas dos, la integridad de la biosfera y la interferencia con los ciclos del nitrógeno y el fosfato, están en la llamada zona de riesgo, mientras que las otras dos, el cambio climático y el cambio en el uso de los suelos, simplemente se encuentran en lo que sería la zona de peligro.
La necesidad de una acción inmediata es evidente. Algunos como es el caso de Rockstöm, han asegurado que, de no darse ningún cambio en la tendencia observada, la ventana disponible para la estabilización climática cerraría en el 2023. El problema está, entonces, en precisar bajo qué condiciones sociales es posible lograr una acción efectiva que evite el creciente deterioro ambiental.
Para los llamados libertarios – liberales, mejor conocidos como neoliberales, el problema básicamente no existe. De acuerdo a su gurú favorito, Federick A. Hayek, la humanidad habría topado, prácticamente de manera casual, con el actual sistema que estaría en capacidad de lograr la mayor cantidad de vida humana posible. El mismo, pese a esta visión justificativa, esta a las puertas de generar una nueva extinción masiva de especies, incluyendo la nuestra
El problema del actual sistema está en su objetivo último: la acumulación de riqueza abstracta de manera permanente y sin límites en manos de unos pocos, lo que lo lleva a generar un choque creciente con el carácter finito del ambiente. Más aún, estamos frente a un modelo de economía que no resuelve los problemas ambientales, sino que simplemente los desplaza, ya sea trasladándolos geográficamente, con lo que termina globalizándolos, o introduciendo nuevas formas tecnológicas que a final de cuenta generan otros importantes problemas en el ambiente.
Se trata, además, de un modelo de economía que genera creciente costos ambientales, los cuales lejos de ser asumidos por los sectores económicamente dominantes, son trasladados y cargados sobre el conjunto de la sociedad y, principalmente sobre los sectores más vulnerables. Esto explica por qué hoy se habla de intercambio ambiental desigual.
Es necesario, entonces, tomar conciencia sobre la necesidad de superar el actual sistema, el cual carece de todo sentido de equidad. Se trata, además, de realizar el necesario esfuerzo por construir una sociedad basada en la solidaridad intrageneracional e intergeneracional, la cual practique el pleno respeto de la vida y, por tanto, de la naturaleza.
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